La Sombra.

Resuena en la azotea un manojo de llaves. Este cuelga del pantalón de un hombre que parece una SOMBRA, vestido con un largo traje negro, interminable en la oscuridad de una pronta noche invernal. Una sombra que nace de los pies del SUICIDA.

SUICIDA. ¡Joder! ¡Qué susto me ha dado! A poco me caigo. ¿Qué hace con esas llaves?
SOMBRA. Abro puertas...
SUICIDA. (encogiéndose de hombros) Ah, ¿sí? Mira tu por dónde.
SOMBRA. (murmurando) También las cierro.
SUICIDA. ¿Qué hace usted aquí?
SOMBRA. (impasible) Paseaba por la calle... y he visto que quizá requería mi presencia.
SUICIDA. ¿Piensa que no me puedo tirar solo de la azotea de un séptimo piso?
SOMBRA. No todos pueden hacerlo. Yo diría que usted sí.
SUICIDA. Pues entonces puede irse.
SOMBRA. ¿Podría separarse un poco del borde?
SUICIDA. ¿Por qué?
SOMBRA. Me preocupa que pueda caerse.
SUICIDA. (molesto) No. No puedo separarme del borde. Está decidido.
SOMBRA. En todo caso, podemos charlar un rato. Para morir tiene tiempo. Toda su vida.
SUICIDA. Pues... verá... no. No, porque antes de subir he llamado a mi hermana diciéndole que estaba decidido. Vendrá hacía aquí inmediatamente. Debe estar asustada.
SOMBRA. Debe estarlo. Seguro. ¿Cuánto tardará?
SUICIDA (calculando la caída) No sé. Depende. Hora y media. Vive lejos de aquí. Si hay tráfico en la autopista, quizá tarda más.
SOMBRA. Entonces hay tiempo. ¿Quiere mucho a su hermana?
SUICIDA. (alterándose de pronto) ¿Pero qué le pasa a usted? ¿Quién es? ¿Y qué hace aquí?
SOMBRA. Ya le he dicho que paseaba por la calle y he visto que asomaba la cabeza. ¿Le molesta?
SUICIDA. Pues... ¡Sí! ¡No! Es decir, ¡Sí! Me molesta la sangre fría que tiene. Que me voy a tirar joder... (señalando hacia abajo colérico) Que voy a estampar mi cuerpo contra ese Toyota rojo de ahí. ¿No se lo cree o qué?
SOMBRA. Ya le he dicho que lo veo capaz. Pero no creo que sea oportuno que yo pierda los nervios. Ya los está perdiendo usted por los dos. ¿Le preocupa morir por el impacto de ese coche japonés? ¿O le preocupa que sea rojo?
SUICIDA. ¿Cómo?
SOMBRA. Sí, si le preocupa...
SUICIDA. (desabrido) Ya he oído la pregunta. Lo que pasa es que me parece increíble lo que me está preguntando.
SOMBRA. ¿Pero le preocupa o no?
SUICIDA. (pensativo) Bueno, creo que no. ¿Se refiere a si preferiría que fuese un coche fabricado aquí?
SOMBRA: Eso, o que fuera de otro color.
SUICIDA: A ver, no soy uno de esos que está obsesionado por los productos nacionales. Ni mucho menos. A decir verdad siempre me he considerado un hombre sin patria.
SOMBRA: ¿De verdad?
SUICIDA: Sí. No he conseguido nunca identificarme con una nación o una patria. Me es imposible pasar por alto muchas cosas. Todo ese simbolismo, todo ese...
SOMBRA: ¿Y que sea rojo?
SUICIDA: Joder, dale con lo mismo. Le estaba contando lo que sentía. No tiene usted mucho tacto. Desde luego no valdría como psicólogo.
SOMBRA: Soy psicólogo. Trabajo para la policía y mi faena consiste en evitar que la gente acabe con sus vidas tirándose de la azotea de un séptimo piso.
SUICIDA: Ah, muy oportuno. ¿Cómo sino hubiera decidido subir aquí? Lo que no entiendo es cómo me ha visto. Hay mucha altura y apenas he asomado la cabeza. ¿Cómo sabía que quiero tirarme?
SOMBRA: Intuición, supongo. Como todo aquí, es la explicación más lógica.
SUICIDA. (sentándose en el borde del edificio) Ya... (silencio) Ya que insiste tanto, sí que he estado pensando un poco acerca de lo que sería estrellarme contra ese coche rojo. No porque sea japonés, a ver, eso me trae sin cuidado. Aunque sin saber cómo me ha venido a la cabeza un asiático chillón con una cinta en la cabeza. Un Kamikaze. Me metía la bronca y yo no entendía ni una sola palabra. Pero no es eso. Verá, cuando estaba en la cama pensando en cómo sería mi final la verdad es que me había imaginado otra cosa. Había pensado que caería sobre la acera dejando a mi alrededor un gran charco de sangre. Joder, en el rojo de ese coche ni siquiera se va a ver la sangre. Y, entonces, en mi imaginación, una señora dejaba caer las bolsas de la compra al suelo y emitía un grito horripilante. Ahí abajo no hay ninguna señora... no hay nadie. Claro que también esto está en silencio y en mi sueño sonaba de fondo...
SOMBRA. ¿Puccini?
SUICIDA. (abriendo los ojos de par en par) ¡Sí¡ ¿Cómo lo sabe?
SOMBRA. Intuición, supongo.
SUICIDA. Vaya, realmente es usted un genio. Sí, sonaría Puccini. El final de Madame Butterfly. Así lo he soñado. Y es extraño... Extraño porque no es de mis operas favoritas de Puccini.. A mí realmente me gusta Turandot. Me encanta. Y bueno, la Bohème también me gusta... Pero sobre todo Turandot. Es algo increíble. ¿La conoce?
SOMBRA: Claro.
SUICIDA (levantándose de un salto, exaltado). Cuando torturan a Liú para que diga el nombre de Calaf y está prefiere morir antes que traicionar al amor de su vida... y todo para que Calaf se vaya con la otra, con la Principessa di Gelo que no es otra cosa que una engreída que se cree hija de los dioses. Pero Calaf está emperrado, Calaf es como yo. Sí. Algo se ha encendido en su alma y ya no hay quién lo pare. Ni su propio padre, ciego, desamparado. ¡Nadie! Aunque todo sean quimeras de su fantasiosa mente. Y al final el hielo de la Principessa di Gelo resulta que no es más que una mentira... Es de carne y hueso como todas.
SOMBRA. A veces necesitamos protegernos contra el mundo.
SUICIDA. (paseándose nervioso a pocos centímetros del precipicio) Sí, puede ser...
SOMBRA. Algo más le preocupa.
SUICIDA. ¿Cómo lo sabe?
SOMBRA. Intuición, supongo.
SUICIDA. Sí. Me preocupan muchas cosas. Pero hay algo que me preocupa bastante (rascándose la cabeza). No me gustaría saltar y sobrevivir. Ya sé que esto está muy alto... Sin embargo, imagínese que me tiro y por alguna razón consigo seguir con vida. ¿Y si me quedo en silla de ruedas? Sería horrible... (largo silencio) ¿Sabe quién es Jaques LeFevrier?
SOMBRA. Me suena.
SUICIDA: Ese tipo se quería suicidar. Me contaron la historia hace un par de semanas. Fue a un acantilado y anudó una cuerda a una gran piedra. Se quería colgar. Pero antes, tomó veneno y se prendió fuego. Y quería meterse un tiro mientras estuviera ahogándose y ardiendo e intoxicándose. Total, que así lo hizo. Puso la soga alrededor de su cuello, tomó veneno, se prendió fuego y saltó al vacío. Entonces disparó la pistola, pero no se dio. La bala atravesó la cuerda y LeFevrier cayó al mar. El agua apagó las llamas. Y aquello le causó tanta impresión que vomitó. Vomitó el veneno. Lo acabó recogiendo un pescador que pasaba por allí.
SOMBRA. ¿Esa fue la historia que creo sus dudas?
SUICIDA. Sí, en parte sí. Por suerte el final era algo más... alentador. A los dos días LeFevrier murió en el hospital. De hipotermia.

(Por un segundo puede verse un destello en la oscuridad que procede de SOMBRA. Ha sonreído)

SUICIDA: Es curioso... es curioso cómo las personas podemos llegar a ese nivel de autodestrucción. No entiendo por qué a veces, inspirados como por una profunda decepción, preferimos de esa manera la Nada a todo lo demás. Por mucho que todo lo demás sea el mundo, la vida, la belleza, y todo lo bonito. Y todo lo feo, claro está. Pero lo feo jamás nos decepciona y por eso nos atrae en cierta medida. Y, encima, deseamos la Nada de manera salvaje. Queremos desintegrar hasta el último de nuestros átomos. Incluso hasta el último de los átomos del universo. Pero, ¿no viene a ser lo mismo? ¿No es mi fin el fin del universo? Y en cambio, otros, como Liú en Turandot, se suministran a ellos mismos la muerte, de manera simple, pacífica, por el amor hacia un hombre que ni siquiera les corresponde. Lo de Liú... Lo de Liú es verdadero amor.
SOMBRA: ¿Ha estado enamorado alguna vez?
SUICIDA: Oh, sí. Miles de veces.
SOMBRA: ¿Sí?
SUICIDA: Sí, soy así. A decir verdad, en mi imaginación, mientras sonaba Puccini, aparecía Ella gritando desesperada. Ella me decía que me amaba. O bueno, se lo decía a mi cadáver empapado de sangre.
SOMBRA: ¿Ella?
SUICIDA: Una mujer que conocí hace unos meses. Preciosa, inteligente...
SOMBRA. (interrumpiendo) ¿Pero no ha dicho que se ha enamorado miles de veces? ¿Qué tiene esta de especial?
SUICIDA: Me he enamorado miles de veces. Pero Ella... Ella es especial.
SOMBRA: ¿Por qué? ¿Comparten muchas cosas?
SUICIDA: Sí... Compartíamos muchas cosas. Nuestras pasiones, nuestra manera de pensar, hasta nuestro egocentrismo... Pero además es especial. Es especial, lo vi en su mirada. Tiene unos grandes ojos verdes... Te fulmina con ellos y no sabes ya dónde estás, si en este mundo, o en otro mundo completamente distinto. Algo sublime...
SOMBRA. Interesante.
SUICIDA. Sí. Ella tiene una curiosa manera de ser. Siempre quiso ser pirata. ¿Le dice algo eso?
SOMBRA. No.
SUICIDA. Ya, a mí tampoco. Me lo contó hace poco. Ni siquiera sé por qué lo he dicho. Supongo que siempre intento buscar pistas. Y más con Ella. Quizás no tenga importancia. El otro día estábamos charlando tranquilamente en la terraza de un café y, bueno, no recuerdo a qué vino, pero hice un comentario y ella se echó a reír. Aquello sí fue importante (Da un par de pasos hacia SOMBRA, pero sin mirarla directamente, como ha hecho hasta ahora. Ellos no se miran, SOMBRA, estático, mira al cielo, y SUICIDA mantiene la mirada ora en el vacío, ora en el suelo de la azotea. SUICIDA suspira profundamente).
SOMBRA: ¿Importante? ¿Por qué?
SUICIDA: Sí... a ver... a usted le parecerá una tontería. Pero ella es la típica persona que frente a alguien no tiene ese tipo de reacciones tan efusivas. En eso si que somos diferentes. Yo soy transparente... y, bueno, ella apenas habla de sí misma. Ella parece que está dentro de un caparazón. Yo conseguí ahondar bastante... pero no lo suficiente, creo. O no fue suficientemente importante para ella que yo lo hiciera. O quizás no lo hice. Invento tantas cosas... Pero el otro día (levantando los brazos hacia la noche, visiblemente emocionado), el otro día ella, ante mí, se desternillaba de risa... y, ¿sabe en qué note que era especial ese momento?
SOMBRA: ¿En qué?
SUICIDA: Pues que ella no podía dominarse. Reía y reía. Pero quería parar. ¡Quería parar! Decía "Bueno, basta, basta. Ya es suficiente". Pero seguía riendo. Como si aquella risa, aquella preciosa sonrisa viniera de lo más profundo de su gruesa coraza, como si estuviera desnuda... Fue increíble. Y quizás no pasó realmente. Quizás sólo sea producto de mi fantasiosa mente. Invento tanto, exagero tanto... Pero, ¿no es bonito? ¿Y si pasó realmente? Nunca la volveré a ver, pero aquella manera de reír me llena ahora. No me besó nunca. Ni lo hará... Ella no me quería, lo dijo su silencio (sus ojos se humedecen de pronto). Ella no me quiere...
SOMBRA: ¿Y va a saltar por eso?
SUICIDA: No (intentando recuperar el aplomo perdido). No es sólo por eso.
SOMBRA: No lo entiendo entonces. Es usted un joven vitalista. No parece tener problemas económicos... Lo único lo de esa mujer. Puede seguir junto a ella, aunque no le quiera.
SUICIDA: Ya, pero... ¿qué hacer? ¿Enamorarme cada vez más permaneciendo a su lado? ¿Frustrarme por ello para acabar haciéndole daño? Además, no me voy a tirar por Ella. Tampoco tiene nada que ver que yo tenga una buena situación económica, ni que sea vitalista. Es decir, precisamente... a ver... ¿cómo explicarlo? Me tiro porque soy vitalista. ¡Un Romántico! Porque siento un vacío que nunca sabré llenar. De tanto en cuando consigo llenarlo y parece que está lleno, pero poco después vuelvo a sentirme vacío. No hay ningún camino, sólo dos abismos por los que caigo inevitablemente. En los dos apuro el cáliz con auténtica gula, de manera salvaje... Apuro el cáliz, y el deseo, apuro el cáliz, y el desprecio... Apuro el cáliz hasta estar no poder más, y cansado, renuncio a todo, renuncio entre la evasión de mi fantasía y una extraña sensación de poder. Apuro el cáliz... ¡Y nunca es suficiente! (completamente fuera de sí). ¡Y no sé de cargas! Y la intensidad de esta existencia, precisamente porque soy así, me embriaga con demasiada facilidad. Me abruma. ¿Cómo me protejo del mundo si mi manera de ser no entiende de caparazones? ¿No es una manera de retomar el control el que yo decida cuando llega el final? (cierra los ojos dolorido). Por otra parte tanta reflexión, tanto odio hacia los demás y, sobre todo, hacia mí mismo. Y después están las épocas de hastío, de profunda melancolía que te domina sin saber por qué. El abismo de los sentimientos bajos, de la decadencia, la honda degradación... Para siempre, ¡miles de contradicciones! A veces, es estúpido, pero me embarga un gran sentimiento de culpa. ¡De culpa! ¡Y de vergüenza! ¿Y si sólo importa el momento, y si esto sólo vale la pena por el aria de Liú en la que confiesa que lo que pone tanta fuerza en su corazón es el amor? Tanta fuerza que resiste la cruel tortura, que abraza a la muerte sin miedo... ¿Y si todo vale la pena sólo por la íntima sonrisa de una bella mujer? ¿Y si quiero que en ese mismo momento, en ese mismo momento de máximo frenesí, un rayo me fulmine a mí, y a todo, para que mi aliento sea el primer y último, un auténtico aliento de vida? ¿Y si...

Perturbador, en la oscuridad, resuena el manojo de llaves.

SOMBRA. (con voz lejana) ¿Y si Ella volviera a sonreír?

Aparece una mujer en la azotea del séptimo piso. Tiene el pelo agitado y por sus mejillas corren gruesas lágrimas. Se lanza a los brazos de su hermano.

HERMANA. ¡Menos mal! ¡Estás vivo!
SUICIDA. (desorientado) ¿Qué? ¿Cómo?
HERMANA. Me has dado un susto de muerte.
SUICIDA. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Dónde está? ¿Dónde está el psicólogo de la policía?
HERMANA. ¿Qué? Aquí no hay nadie. ¡He llegado a tiempo! Aquí sólo estamos tu y yo. Tú y yo... ¡Vivos!





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran relato RR, como siempre mucho de ti. Muchas reflexión, romántico, eres un crack. El inicio me ha encantado.
un beso

Anónimo dijo...

La veritat és que m'ha encantat. El principi sobretot, el joc entre l'ombra i el suïcida, quan descriu de forma exacta (almenys això sembla perquè no conec l'obra) l'òpera de Puccini. La por per no matar-se com li va passar a Jaques LeFevrier. Les preguntes retòriques. Els pensaments recargolats... La veritat és que està tot molt ben trobat.