vida de greta

Fue durante una cena cuando Greta me lo propuso.
Me pareció una locura.
Por eso le dije que sí.

Greta había venido a casa. Hacía mucho que no nos veíamos. Estaba desanimada. Le pregunté qué estaba haciendo y me dijo: No hago nada, Alfred. Nada.

Pasamos la cena hablando de películas, que era lo único que hacía Greta, ver películas.
Entonces, ya en los postres, me dijo: Alfred, necesito que me hagas un favor. Necesito que me escribas la vida.
Al principio pensé que se trataba de una broma, escribirle la vida a alguien sólo puede sonar a broma. Pero después de un rato comprobé que Greta hablaba en serio.
Te lo digo en serio, Alfred. No sé qué hacer con mi vida, no sé qué hacer, ¡no hago nada! Escríbemela. Te lo ruego.
Era algo totalmente descabellado como para ser cierto.
Alguien te pide que le escribas lo que ha de vivir.
Una biografía al revés.

Decidí aceptar el reto y a la mañana siguiente me puse a escribirle la vida a Greta.
En el primer folio, en letras mayúsculas: VIDA DE GRETA.
Empecé por mejorar su aspecto físico. La apunté a un gimnasio, le hice ir a la peluquería, luego a rayos uva, no sé por qué hice esto último, supongo que quería que cogiese un poco de color después de estar enclaustrada en casa durante tanto tiempo.
Luego le encontré un trabajo. Estuvo sólo unos meses porque hice que no le convenciera mucho y, además, no le pagaban bien. Al poco tiempo encontró uno nuevo, con horarios flexibles y un sueldo mucho mejor. Hice que un compañero de trabajo se enamorase de ella pero al poco tiempo no me convenció porque me pareció estúpido y lo borré sin que dejase rastro.
Al día siguiente de su desaparición, nadie en la oficina preguntó por él. Porque yo no quise.
También le compré un gato al que llamé Salem.
Al cabo de unos meses concreté una cena sorpresa en su casa. Hice venir a sus padres, sus hermanos, sus tíos que hacía tanto que no veía y, finalmente, a sus abuelos, que habían muerto hacía unos años.

Pasado un tiempo hice que me viniera a ver y le escribí, claro, lo que me tenía que decir.
Pasamos un rato agradable.

Así pasaron los años y hoy todavía le escribo la vida a Greta.
Ella dice que es feliz, que nunca ha sido tan feliz como ahora.

Esta noche le he escrito que venga a verme.
Me preguntará: ¿Qué es de tu vida?, ¿qué haces?, y yo le diré: Nada, Greta, no hago nada.

Y esta noche dejaré de escribirla.
Y se quedará conmigo para siempre.

Pero esto ella todavía no lo sabe.

1 comentario:

NeoPoeta dijo...

Me ha gustado mucho, muchísimo. Ojalá Alfred sea feliz con Greta