la esquina del techo

Vinieron las gaviotas y se llevaron a nuestros hijos

mientras hacíamos cuentas de lo gastado en vacaciones

y tú me echabas en cara el haberme comprado ese licor.


Acurrucados de miedo bajo sus alas

los dejaron caer al mar cuando nadie estaba mirando

y creo que el agua ni siquiera salpicó las rocas.

La esquina del techo que dejamos sin pintar

parecía entonces de otro color más claro, diferente,

y la estuve mirando contigo toda esa tarde y toda esa noche.

Llamamos a tu madre y le explicamos lo sucedido

empecé a preparar las maletas de siempre

y desde el teléfono me miraste como si nunca me hubieras visto.


Vinieron las gaviotas y se llevaron a nuestros hijos

por la ventana vi a aquel viejo cortando los alambres

y me pregunté para qué los querría, precisamente hoy.

La leche de la nevera está caducada, me dijiste,

llevo algo clavado en el talón desde hace unos días

y no sabría decirte por qué no te lo había dicho aún.

Fuimos a la habitación de nuestros hijos

las persianas estaban subidas pero no entraba la luz

y las arrugas de las sábanas me recordaron un fracaso al acecho.

Por la noche bajamos a la reunión de vecinos

nunca me había fijado en aquel que llevaba un parche en el ojo

y te observé mientras leías los nombres en los buzones.


Vinieron las gaviotas y se llevaron a nuestros hijos

la hierba recién cortada volaba de un lado a otro del patio

y alguien gritó a lo lejos algo que no pude entender.

Estuvimos paseando toda la noche, bordeando la costa,

en busca de alguna señal que nos hablara de ellos

y cuando te quise abrazar tu mirada me dijo algo parecido a un no.

Luego volvimos a casa y te pusiste a pintar la esquina del techo

pero la pintura que utilizaste no era realmente pintura

y te mentí cuando te dije que lo dejaras, que ya estaba bien.

Todavía no sabemos nada de nuestros hijos

lo que empezó como algo extraordinario se ha convertido en rutina

y nos decimos cosas al oído de tal manera que no nos podamos entender.


Vinieron
las gaviotas
y se llevaron a nuestros hijos.




Continúa...