El tiempo no pasa cuando miras el reloj y se escapa lento cuando dejas de mirarlo. El tiempo son las gotas de la ventana. Y lluvia. Y no puedo salir al jardín porque lo ha dicho papá. La bici se moja.
— Aquí tienes, tu regalo de cumpleaños.
— Voy a salir ahora mismo a dar una vuelta.
— No. No puedes salir a dar una vuelta. Falta la cadena. Te la compraré la semana que viene.
— Es igual. ¿Qué más da la cadena?
— Ah, ¿quieres que alguien te robe la bici?
— Es igual. Nadie va a robarme la bici. Es nueva.
— Por eso. Es nueva. Te la van a robar si sales a la calle sin cadena.
— No voy a dejarla sola.
— ¿Te crees que el dinero sale de los árboles?
— Voy con la bici.
Silencio y mi cabeza como en el fuego azul que da el gas en la cocina.
— Papá, voy a salir con la bici.
Veo su mirada y me duele el pecho. No me duele, me...
— Papá, voy...
— Haz lo que te dé gana. Aquí cada uno... los dos hacéis lo mismo. Sí. Tu madre hace igual. Hacéis los dos lo que os da la gana.
Bobo vuelve a escarbar en la tierra del jardín. Se moja y se ensucia de barro; papá le dará en el hocico. ¡Bobo a la bici ni te acerques!
Me ahogo, llueve en mi cara.
— Papá... —no me sale la voz —. Papá...
— ¿Qué?
— Alguien me ha robado la bici.
No hay gritos. ¿No hay gritos?
— Ya sé que te la han robado. Te lo dije.
— Lo siento, papá. Lo siento...
Más lluvia en mi cara. Truenos en mi boca.
— Está en el garaje.
— ¿Mi bici? ¿En el garaje?
Estaba en el garaje, estaba en el garaje, estaba en el garaje...
— ¡Tú me la has robado!
— Así aprenderás a hacerme caso. Podría haber sido cualquiera.
El pasillo es muy largo y... ¿la cocina? La cocina huele.
— Mamá, papá me ha robado la bici.
— Mamá ahora no puede cariño, está haciendo la cena.
Las escaleras chillan si las subes corriendo. La habitación esta fría. Fría como ahora el comedor. Ahora llueve pero el otro día hacía sol. Sol pero también frío como el tobogán del parque en Navidad. Quiero salir a jugar con la bici. La bici está mojada. Y el tiempo no pasa.
— Papá, quiero tener ya la bici.
— No hasta tu cumpleaños.
— ¡Pero yo la quiero ya!
Espera.
— Papá...
— ¿Qué?
— ¡Qué la quiero ya!
— Cállate. No sabes más que lloriquear.
— Pero...
— Pero nada. Eres un malcriado impaciente. Tu madre te ha hecho todo un señorito. Un señorito que tiene que tenerlo todo cuando quiere. No puede ser un segundo más tarde. ¡No! Tiene que ser en el mismito instante que lo desea, y a los demás... ¡a los demás que nos fastidien!
El reloj tiene cuatro números. El tiempo pasa rapidísimo cuando voy con la bici. Aquí, no pasa.
— Papá cuando miro el reloj la hora no cambia. ¡El tiempo no pasa!
Su risa y la cocina y el fuego azul.
— ¿Papá?
— Ese reloj no da los segundos. Eres tan impaciente que no eres capaz de mantener la atención en el reloj ni siquiera el suficiente tiempo para ver como cambia el minutero...
Sí. La bici estaba en el garaje. Ahora está en la calle y se moja. Y papá sigue parado como el tiempo.
Improptu 1
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario